Thursday, September 29, 2011

voyages

Mis padres no eran de viajar mucho, pero cada tanto se iban a algún lado. Tengo la sensación de que cada vez que me dejaban "sola" pasaba algo importante en mi vida. Es una sensación basada en dos episodios que recuerdo bien.
Cuando tenía, no sé, ocho o nueve años, se fueron un fin de semana largo a Mar del Plata y nos quedamos con algún abuelo. Durante la ausencia de mis padres aprendí a andar en bicicleta sin rueditas. Me acuerdo muy nítidamente de la ansiedad que tenía porque volvieran y poder mostrarles mi flamante destreza.
A mis 14 (casi 15) años, se fueron a Brasil, y mientras no estaban yo me puse "de novia" por primera vez en mi vida. En esta ocasión ya no estaba tan ansiosa por contarles la buena nueva. Creo que al enterarse se sorprendieron y les pareció un capricho de la adolescencia temprana (me duró diez años el capricho).
Me acuerdo también de que, en quinto grado, una amiga de la escuela me contó que sus padres (que viajaban mucho) siempre viajaban en vuelos diferentes, porque en caso de un accidente aéreo, por lo menos uno de los dos progenitores sobreviviría para criar a sus tres hijos. Recuerdo pensar que mis padres no tomaban esa precaución y preguntarme si sería que nos querían menos.

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