un abuelo se juega la vida (literalmente) por su nieta

No es heroico. Es muy triste.
Hay una pareja que ya lleva 40 años de matrimonio. Tienen una única nieta, a la que no ven nunca porque vive en otro continente. Y en las rarísimas ocasiones en que la nieta viene a Buenos Aires, tampoco la ven mucho porque la nuera (ya separada del padre de la niña) hace todo lo posible por poner trabas en el acceso de los abuelos a su nieta. La noche del martes al miércoles pasado, el abuelo no pudo dormir en toda la noche, porque tenía dificultad para respirar. La abuela se dio cuenta de que no estaba bien, y le preguntó mil veces qué pasaba, pero él respondió que no era nada. En la mañana del miércoles, el abuelo ya sabía que tenía algo grave, pero no dijo nada, porque ese día era el último día en que podrían ver a su nieta antes de su regreso a Europa. Después de la última despedida habían pasado dos años sin verla, de modo que sabían muy bien que era importante aprovechar al máximo el encuentro del miércoles. Quién sabe cuándo volverían a verla. La nieta llegó al mediodía, y el abuelo jugó con ella como pudo, tratando de disimular la fatiga. A la tarde, el abuelo (cardiólogo hemodinamista con medio siglo de experiencia) ya no tenía dudas sobre su propio diagnóstico y tenía plena conciencia de la gravedad y los riesgos. Pero no dijo nada, porque veía a su esposa disfrutando enormemente de la compañía de la nieta, por última vez en demasiado tiempo, y no tuvo corazón para arruinar ese momento. Recién a las 8 de la noche, cuando la nieta ya se había despedido, el abuelo llamó a un amigo cardiólogo para avisarle que tenía un tromboembolismo pulmonar y necesitaba que lo llevara rápido al sanatorio. La tomografía no dejó dudas sobre lo cerca que estuvo de morirse.